miércoles, 2 de diciembre de 2009

El Viaje

Este relato fue publicado por mi en predicado aquí el 16 de Septiembre de 2002.

Ahora, en medio de la recia tormenta. Aturdido por la enfermedad del mar, sentiase morir. Jamás le había gustado viajar en barco, pero esta era una situación desesperada. Necesitaba ir a la otra orilla del mar interior lo mas pronto posible. El movimiento de la galera era lo que lo tenía enfermo, ese ir y venir que con la tormenta era mas violento pero que en condiciones de calma no le habría enfermado menos. Pero, si bien el bamboleo del barco lo tenía enfermo, era el sonido del tambor lo que lo estaba volviendo loco.

Cuando llego al muelle era de noche. Una noche cerrada y obscura sin luna, tan solo la luz de las estrellas hacia débiles intentos por perforar el manto de oscuridad. Las aguas estaban calmas, extrañamente calmas, pensó para sus adentros. Pero descarto pronto ese pensamiento (al menos lo intento) lo que menos necesitaba era que su miedo a las embarcaciones le terminara de completar el día.

Las galeras Maias tenían fama de ser veloces y confiables, aunque esto ultimo hacia poco por mitigar su ansiedad. Lo primero que noto al llegar fue el tamaño de la embarcación y de los grandes remos que impulsarían la nave cuando estuviesen en mar. Escogió ese tipo de embarcación por que aunque su costo era considerablente mayor haría el viaje en una noche, escogió también la noche para no tener que lidiar con la visión de la gran extensión de agua.

Abordo con aprehensión y le pregunto al marinero que revisaba sus papeles donde quedaba su camarote, y empezaba a dirigirse hacia el mismo, cuando el marinero le indico que esa noche esperaban tormenta y que en el camarote encontraría todo lo necesario en caso de que se sintiera enfermo. Pensó que era lo único que le faltaba y se metió en su camarote.

Cuando entro se dio cuenta el por que del costo del pasaje, el camarote era tan espacioso como podía serlo, la cama era amplia y limpia, tenia estantes para guardar el equipaje y tenia un, no podía creerlo, baño. Se burlo de si mismo diciendo que si la tormenta se desataba dormiría más en el baño que en la cama. Procuro tranquilizarse y se echo a descansar, y aunque de darse cuenta se habría sorprendido, cayó dormido casi instantáneamente.

Despertó desorientado por el movimiento, luego recordó donde se encontraba estimo que hacia unas setenta vueltas que habían partido. Súbitamente un destello ilumino el camarote casi por completo para luego escuchar el atronador retumbar del trueno. Ahora sabía que no podría conciliar más el sueño. Estupendo, pensó, se arruino la única posibilidad de pasar durmiendo el viaje.

Al cabo de 10 vueltas, la situación empeoro. Las aguas se encresparon de una manera terrible. Fantástico, se dijo a si mismo, de todos los momentos que pude elegir para viajar tenia que escoger un día de tormenta. El vaivén de las olas estaba empezando a hacer su efecto. Sentía como el almuerzo de ese día, se estaba revolviendo violentamente con la cena de la noche anterior, y con el licor que tomo antes de llegar para darse valor. Todo esto como es de suponer hizo que su propia profecía empezara a cumplirse.

Cuando empezó a escucharse? Nunca lo supo, fue el retumbar más o menos constante del tambor del amo de remeros. El sonido era profundo le retumbaba en los oídos, se pregunto a si mismo como seria el amo de remeros que podía hacer escuchar el tambor por encima del sonido de la tormenta.

Y hablando de la tormenta, estaba alcanzando proporciones de huracán en su humilde opinión, gracias. La galera se mecía de forma cada vez mas pronunciada. Súbitamente el sonido del tambor se incremento hasta hacerse insoportable; y fue cuando lo escucho, o al menos le pareció escuchar, que había más de una cadencia de tambor. A estas alturas su miedo al mar y a la tormenta lo tenían totalmente fuera de si y pensó, en su locura, que era todo producto de su imaginación.

Vuelta, tras vuelta, tras vuelta, tras vuelta. Solo la tormenta y el sonido del tambor del amo de remeros. La última sacudida fue más de lo que podía soportar, así que arrastrándose por el camarote llego hasta el gabinete donde estaban las medicinas que le había indicado el marinero. Intentaba recordar que le dijo el marinero, que había una poción para hacerlo dormir? Busco con desesperación y al final, la encontró. Se dijo así mismo que si durante este viaje tenia que morir al menos no se daría cuenta. Se sujeto así mismo de la cama para no caerse y se tomo la poción, que hizo su efecto casi inmediatamente.

Soñó, sueños inquietos pero sueños al fin, se encontró así mismo en un inmenso vació y escucho la cadencia, lo que en la realidad le había sonado como un tambor, ahora en sus sueños sonaba como un corazón. Un inmenso corazón que latía fuertemente. Se llevo la mano hasta el pecho y sintió que sus latidos se sincronizaban con los que escuchaba, luego, la negrura.

Se despertó por el insistente llamado a la puerta de su camarote. Abrió los ojos recordó donde se encontraba, se desato, se levanto y abrió la puerta del camarote. El marinero hizo una mueca al verlo y le informo que estaban desembarcando ya. Se dijo así mismo que debía lucir terriblemente para que el marinero hiciera aquella mueca.

Todavía llovia pero no como antes, la galera se movia muchisimo menos, cosa que agradecio con lagrimas en los ojo, dedujo que por estar amarrada al puerto. Recojio sus escasas pertenencias y se dispuso a marcharse. Para su mayor tormento la lluvia empezo a arreciar, y la galera empezo a moverse nuevamente. Y volvio a escucharse, el clamor del tambor del amo de remeros y luego se acalló. Esto termino de confundirlo pero se dijo asi mismo que eso no importaba, lo importante era salir de la galera y encontrarse lo más pronto posible en tierra.

Salio a toda prisa por los corredores y escaleras, pero al final la curiosidad demostro ser mas fuerte que el miedo. No pudo resistirse y le pregunto a uno de los tripulantes por que, ahora que estaban atracados en el muelle, el amo de remeros hacia sonar el tambor. El tripulante se le quedo mirando extrañado y le respondio marchandose que en la galera no existia tal cosa como un amo de remeros y cuando atino a preguntarle por el sonido del tambor, el tripulante ya habia desaparecido.

Definitivamente queria salir de la galera asi que se apresuro a hacerlo. Cuando salio a cubierta la lluvia le azoto el rostro. Agradecio intimamente el frescor de la lluvia y se dispuso a salir.
Al bajar de la galera los vio, podrían haber pasado por gigantes de no haber tenido las piernas atrofiadas. Sus poderosos brazos tenían el ancho de un hombre y eran casi tan largos como uno, con sus fuertes brazos sujetaban la galera al muelle para impedir que el viento y las aguas agitadas la destrozaran contra el muelle. Los “gigantes” tenían rostros humildes y derrotados. Parecían ser indiferentes a la lluvia y al las olas que constantemente los empapaban.

Quedo estupefacto al verlos tanto que se quedo paralizado en medio de la pasarela. Hasta el llego un tripulante que resulto ser el muchacho al que pregunto anteriormente por el amo de remeros. El tripulante le toco suavemente el hombro, y al ver su cara perpleja, sonrió un poco. Le explico que los gigantes se llamaban Maures, y que eran los remeros de la galera por eso las galeras Maias son las mas veloces. Le dijo también que en situaciones de tormenta al estar en el muelle eran sacados y sujetados a la borda de la galera para que la sujetaran contra el muelle.

Y al estar hablando la lluvia y el viento arreciaron haciendo que la galera se agitara y se escucho de nuevo el sonido del tambor, solo que no provenía de dentro de la nave sino que parecía provenir de los Maures. De pronto la cara del tripulante se ilumino y al fin comprendió la pregunta que le hiciera hecho al respecto del amo de remeros. Le dijo que una particularidad de los Maure era el poseer grandes corazones, con los que bombeaban grandes cantidades de sangre para alimentar esos musculosos brazos y que por extraño que sonase cuando varios de ellos se reunían podían sincronizar sus latidos, lo que resultaba en el sonido que el escuchara durante las partes mas duras de la tormenta. Pues al esforzarse sus corazones latían en armonía dando el efecto de un gran tambor.

Después de escuchar la explicación del tripulante con el rostro desencajado, se limito a tomar su equipaje y bajar por la pasarela sin despedirse ni mirar atrás. Al llegar a tierra se juro así mismo que jamás volvería a viajar si no era por tierra. Y, que por nada en el universo volvería a abordar una galera Maia.

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